Para dejaros respirar de tantos asesinatos y tantos arrumacos, intercalo una de las excepcionales colaboraciones de Juan, esta vez con un libro de Ciencia ficción que va a traspasar las páginas y va a saltar a la gran pantalla en breve. Os dejo con:
Ender, el Xenocida (1991), de
Orson Scott Card
Pequeninos no, gracias
El próximo noviembre estrenan «El Juego de Ender», basada en la novela homónima de Orson
Scott Card, que inauguraba la saga en 1985. Harrison Ford, Ben Kinsgley y,
naturalmente, un montón de niños actores que dan vida a los pequeños soldados
entrenados por el gobierno de la Tierra para exterminar sin piedad (y sin saber
que lo hacen) a los insectores, temida raza alienígena que amenaza a la
Humanidad.
No sé qué tipo de adaptación será, pero si la
película es fiel al libro, la polémica está servida. Las implicaciones éticas
que comporta una sociedad militarizada que convierte en asesinos a niños de
seis años son el punto fuerte del primer título de la saga de Ender. Luego han aparecido numerosas secuelas, pero su
autor, Orson Scott Card siempre
persigue lo mismo: confrontar puntos de vista, dividirte moralmente entre lo
correcto, lo apropiado y lo necesario. Nunca hay un punto de vista absoluto en
las novelas de Ender. Nadie lo hace bien o lo hace mal, simplemente lo hace, guiado por razones que son convenientes a un momento, a una situación o a unos
intereses. Cuando los intereses chocan ―y en sus libros
siempre lo hacen― aparece el conflicto, la piedra angular de
este autor.
Ender,
el Xenocida es el tercer título de la saga. Algo flojo
comparado con la idea original. Mi opinión es que con esta novela Orson Scott Card aprovechó el tirón de
la saga de Ender para crear un texto en el que pudiera tratar y exponer algunos
de los muchos temas que le inquietan: qué es el libre albedrío, qué nos hace
humanos, de dónde viene nuestra esencia y la de todos los seres vivos, cuál es
la naturaleza del universo… A veces tienes la impresión de estar leyendo a Punset. Filosofía pura, y mucha
ciencia, a veces demasiado especulativa, aunque no olvidemos que se trata de
una novela de ficción. De ciencia ficción. Aunque intuyo, en muchas páginas, un
tufillo doctrinal que no creo pase desapercibido a ningún lector. Orson Scott Card es mormón, y debe ser
muy religioso, porque la religión católica es uno de los platos fuertes del
planeta Lusitania, poblado por portugueses (al loro: otro de los planetas de
los Cien Mundos del futuro se llama… ¡Catalunya! ¿Quiénes serán sus misteriosos
habitantes?). Los mismos «pequeninos», una de las tres razas alienígenas de la novela, han sido convertidos
al cristianismo católico. Pero hay más religiones en escena. Los «agraciados» del planeta Sendero,
colonizado por chinos, pueden «oír» a los dioses y deben
complacerlos continuamente haciendo toda clase de penitencia. Sientes durante
un montón de capítulos la imperiosa necesidad de darles un aplauso en la cara
para que despierten. Son irritantes y perturbadores, pero dan mucho en qué
pensar.
En cuanto a la calidad literaria, bueno, los
personajes no destacan por su solidez; son figuras de escasa entidad, el primero de ellos Ender. La novela es demasiado extensa e innecesariamente lenta, como
una telenovela. Y para colmo, las últimas páginas tienen todas las características
de una continuación forzada: personajes que resucitan, lisiados que se
recuperan, líneas argumentales no resueltas, etc.
Ender,
el Xenocida. ¿La recomiendo? No necesariamente. Pero
animo a ver la película de «El Juego de Ender» el próximo noviembre de este 2013. Tengo mucha curiosidad por saber cómo la han enfocado, si han captado
la intención del autor o si han fabricado un enésimo producto de acción y
aventuras que no trasciende más de las dos horas de rigor de su metraje. Ya
veremos.